Tras siglos de olvido, la obra de Piero della Francesca ha ido recuperando el reconocimiento del que gozó en vida del pintor, no solo por sus intrínsecas cualidades o su relevancia en la historia del arte italiano y europeo del Renacimiento, sino, especialmente, por las eternas incógnitas que despierta la materia de la que está hecha: pausa, vacío, silencio, armonía matemática, inquietantes dudas metafísicas y religiosas.
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